“Sonría
por favor”, todos conocemos esta frase, tan
propia del contexto de la fotografía profesional con la finalidad que, conservemos de ese momento que el fotógrafo
trata de inmortalizar, un recuerdo
alegre. Pero lo cierto es, ¿sonreímos lo suficiente? O solo nos reservamos ese
regalo visual a nuestros ojos cuando observamos la fotografía o… ¿cómo mucho a
aquellas personas que más nos apreciamos?.
Daniel Goleman, autor de la inteligencia
emocional, inicia su libro con un breve auto relato en el que describe cómo
sube a un autobús y se encuentra con un conductor de autobús amable que saluda a
todo aquel que sube al autobús con una sonrisa entusiasta y un afable “¡Hola! ¿Cómo está?”. La mayor parte de los pasajeros no le
devuelven el saludo, y mucho menos la sonrisa... ¿para qué? Goleman, gentilmente,
atribuye estas antipatías de los
pasajeros al sofocante calor de Nueva York. Pero lo cierto es que actúan de
forma desconfiada y con reprobación a esa actitud, no solemos estar preparados
para algo así. El relato da un giro, una vez arranca el autobús y el conductor explica
en voz alta, con generosidad e idéntico tono alegre, el paisaje con el que se van cruzando (las
rebajas, los hermosos monumentos, la cartelera del cine, etc.). La satisfacción
con la que relata las opciones que presenta la ciudad, acaba produciendo un
asombroso efecto sobre los pasajeros, que cuando se bajan del autobús, parecen otras personas que usan su educación
y que parecen haber vencido la irritación y la desconfianza. De modo que al
afectuoso “¡hasta la vista! ¡Que tenga
un buen día!”, del conductor, todos se
despiden con un gesto con la mano o un “hasta
luego” con una SONRISA afable y relajada.
Goleman quedó conmocionado con esta
situación que tan a diario se produce en nuestras relaciones familiares,
sociales y laborales.
Nosotros podemos decidir si deseamos ser
personas que intoxican con sus malas caras, sus bufidos, sus quejas y su
malestar, o bien, podemos escoger la opción de regalar a cada
persona con la que tengamos contacto, una SONRISA y un Saludo.
Independientemente del vínculo afectivo
que tengamos con esa persona, ya sea el/la conductor/a de autobús, el/la
panadero/a o nuestros compañeros de trabajo.
Sonriamos por favor. Si tenemos un mal
día, ¿por qué cambiar el traje de colores por el gris? Es decir, ¿por qué
mostrarnos secos y cortantes pudiendo conservar esa amabilidad con las personas
de nuestro entorno?
Piensen por un momento, lo perturbador
que les resulta “notar” que un
compañero de trabajo ha cambiado su comportamiento con ustedes, y que de
repente: no está de humor, es cortante y antipático y parece permanentemente
irritado. Independientemente que nuestro compañero decida o no contarnos a que
se debe su actitud… ¿tan difícil resulta expresar las emociones con amabilidad?,
y, a un “¡hola! ¡Cómo estás!”, responder simpáticamente o compartir un “he tenido días mejores pero nada que no
tenga solución” o “¡llevo un día!”
y ser CAPACES DE REIRNOS de los
atascos, el sueño, el estrés y otros factores
externos QUE NO DEPENDEN DE NOSOTROS.
Pero el SONREIR, el SER AFABLE, el dejar
un sabor agradable a cada persona con la que nos cruzamos y A NOSOTROS MISMOS, por ser capaz de dominar
nuestras emociones: ESO, ¡ESO SI QUE DEPENDE DE NOSOTROS!
Por lo que sonría por favor y no deje de
hacerlo porque el entorno no le responda, y recuerde esta hermosa frase que
circula por internet: